martes, 12 de julio de 2016

Murcia

Muchos caminos recorrí en mi vida...
¿Qué fuerte suena, verdad?
Como si fuera una anciana
contando su historia...
Pueblos, ciudades, países recorrí,
y se pararon mis pies
en las orillas del Segura,
delante de mi un mundo nuevo descubrí.
Llévenme, pies, por esta orilla preciosa,
para contemplar y disfrutar,
para sentirme parte de ese paisaje
simple y mágico a la vez.
Me hechizó Malecón con sus árboles milenarios,
con su mezcla de pasado y realidad.
Quizás en esto consiste la magia,
en sentirte como uno más.
“¡Corre hacia el puente de los peligros!”;- decían.
y yo no llegaba a entender...
¿Acaso cruzarlo es tan peligroso,
que es necesario advertir
con un nombre tan significativo?
Y lo descubrí,
era un arco de piedra sobre el río,
soportando el cargo de la realidad.
Lo machacaban los pesos de lo moderno,
pero no lo conseguían dominar.
Y lo crucé, sin más, para pasear
y descubrí un jardín precioso,
rodeado de gigantes que con sus brazos fuertes
abrazaban a los que se querían resguardar
del calor  insoportable de la calle.
Y sin peligro volví a cruzar,
porque otros jardines captaron mi mirada...
Mágicos, con su propia vida, quizás,
me hechizaron.
Me enamoré de aquellas calles estrechas,
tan amenas y llenas de amabilidad,
donde la gente al cruzarse casi se daba un abrazo,
por esto las llame “calles de la amistad”.
Aunque todo este laberinto ameno
comparte espacio con la modernidad,
y ruidos lo rompen, y lo recubren humos,
in y yan de la realidad...
Dentro de todo este mogollón
vive gente que te enamora
con sus gestos, con su curiosidad,
gente que te conquista y te quedas...
Te quedas y no piensas abandonar
el laberinto de calles estrechitas,
vas y vuelves, no te quieres alejar,
de Murcia que te ha fascinado.

©Nadezhda Petkova Kostadinova, 2016
Todos los derechos reservados