Muchos caminos recorrí
en mi vida...
¿Qué fuerte suena, verdad?
Como si fuera una anciana
contando su historia...
Pueblos, ciudades, países recorrí,
y se pararon mis pies
en las orillas del Segura,
delante de mi un mundo nuevo descubrí.
Llévenme, pies, por esta orilla preciosa,
para contemplar y disfrutar,
para sentirme parte de ese paisaje
simple y mágico a la vez.
Me hechizó Malecón con sus árboles milenarios,
con su mezcla de pasado y realidad.
Quizás en esto consiste la magia,
en sentirte como uno más.
“¡Corre hacia el puente de los peligros!”;- decían.
y yo no llegaba a entender...
¿Acaso cruzarlo es tan peligroso,
que es necesario advertir
con un nombre tan significativo?
Y lo descubrí,
era un arco de piedra sobre el río,
soportando el cargo de la realidad.
Lo machacaban los pesos de lo moderno,
pero no lo conseguían dominar.
Y lo crucé, sin más, para pasear
¿Qué fuerte suena, verdad?
Como si fuera una anciana
contando su historia...
Pueblos, ciudades, países recorrí,
y se pararon mis pies
en las orillas del Segura,
delante de mi un mundo nuevo descubrí.
Llévenme, pies, por esta orilla preciosa,
para contemplar y disfrutar,
para sentirme parte de ese paisaje
simple y mágico a la vez.
Me hechizó Malecón con sus árboles milenarios,
con su mezcla de pasado y realidad.
Quizás en esto consiste la magia,
en sentirte como uno más.
“¡Corre hacia el puente de los peligros!”;- decían.
y yo no llegaba a entender...
¿Acaso cruzarlo es tan peligroso,
que es necesario advertir
con un nombre tan significativo?
Y lo descubrí,
era un arco de piedra sobre el río,
soportando el cargo de la realidad.
Lo machacaban los pesos de lo moderno,
pero no lo conseguían dominar.
Y lo crucé, sin más, para pasear
y descubrí un jardín
precioso,
rodeado de gigantes
que con sus brazos fuertes
abrazaban a los que se
querían resguardar
del calor
insoportable de la calle.
Y sin peligro volví a
cruzar,
porque otros jardines
captaron mi mirada...
Mágicos, con su propia
vida, quizás,
me hechizaron.
Me enamoré de aquellas
calles estrechas,
tan amenas y llenas de
amabilidad,
donde la gente al
cruzarse casi se daba un abrazo,
por esto las llame
“calles de la amistad”.
Aunque todo este
laberinto ameno
comparte espacio con
la modernidad,
y ruidos lo rompen, y
lo recubren humos,
in y yan de la
realidad...
Dentro de todo este
mogollón
vive gente que te
enamora
con sus gestos, con su
curiosidad,
gente que te conquista
y te quedas...
Te quedas y no piensas
abandonar
el laberinto de calles
estrechitas,
vas y vuelves, no te
quieres alejar,
de Murcia que te ha
fascinado.
©Nadezhda Petkova
Kostadinova, 2016
Todos los derechos
reservados