domingo, 27 de marzo de 2016

La muñeca y el Diablo

La encontró un día...
Sola, desencaminada, hecha pedacitos... Una muñeca, rota por los golpes que le había dado el destino, escondida debajo de un montón de enredos. La cogió en sus manos, recogiendo los trocitos de porcelana con mucho cuidado. Nunca había visto una cosa tan pequeña y tan grande a la vez. A él ya no le quedaba amor, se lo había gastado todo en la ruleta de la vida. Su piel, hecha de amores pasajeros, guardaba las marcas que había dejado cada uno de ellos.
Ella abrió los ojos y lo miró fijamente. Seriedad cubría su cara, pero una especie de sonrisa jugueteaba en su mirada.
- Quien eres?- preguntó la muñeca.
La sorprendió la delicadeza con la que la sujetaba y el calor que desprendían esas manos fuertes. No le tenía miedo, a pesar de la apariencia, algo le decía que podía confiar.
-Soy el Diablo...- contestó él fríamente. No se avergonzaba de lo que era, no se arrepentía de nada lo que había hecho en esta vida. Era un ser solitario, aunque buscaba placeres y los encontraba, sin sentimientos, sin compromiso, sin piedad. Pero esta vez sintió una necesidad, un deseo de proteger y cuidar esa muñeca hecha pedacitos.
Poquito a poco iba ordenando los trocitos de porcelana, pegándolos con mezclas de sentimientos y deseo, hasta que un día la vio entera, reluciente y sonriendo de nuevo. Las grietas en su piel no se notaban casi, solamente su pequeño corazoncito guardaba memorias de los rotos, pero él sabía que el tiempo lo curaba todo. Quien sabe, puede que algún día todo aquello quedara en el olvido y entonces su tarea estaría terminada.
Pero a  él ya no le quedaba amor, se lo había gastado todo en la ruleta de la vida, y ella no sabía amar, porque lo que recibió del destino eran sólo golpes, uno tras otro. Su corazón se había convertido en una fortaleza que no permitía que nadie entrara, para que no haya más destrozos.
El Diablo era un viajero imparable, un caballero con caballo de hierro, cabalgando por campos de asfalto, sin destino, ni dirección. Simplemente cabalgaba, así se sentía libre... O quizás intentaba escapar de su propio infierno.
La muñeca era delicada, pero a la vez muy fuerte. Por primera vez se sentía liberada, volvió a ser la misma que antes y esto la hacia feliz. La atraía el Diablo, le gustaba su caballo y deseaba escaparse junto a él lejos de todo lo que la había roto. Y a él le gustaba su delicadeza, cada vez que la miraba, sus ojos se volvían más alegres. Por esto las escondía tras oscuridad, no quería perder su apariencia de villano.
Se enamoraron locamente, se buscaban, se deseaban, pero ninguno de los dos quería reconocerlo, temiendo que así perderían lo único que les quedaba en esta vida, su libertad...
Habían pactado de no caer en la trampa, de guardar aquel espacio propio, pero de vez en cuando sentían la necesidad de llenar los vacíos con la presencia del otro.
Ella guardaba en los recuerdos todos los ratos que pasaba junto a él, la hacían sentirse una muñeca especial. Él se miraba en el espejo, repasando las marcas de la vida y lo único que se le pasaba por la cabeza fue que eran demasiado profundas y que no cuadraban con la delicadeza de la piel de porcelana que tenía ella.
Pero la deseaba...

©Nadezhda Petkova Kostadinova, 2016
Todos los derechos reservados

sábado, 26 de marzo de 2016

El suicidio más dulce del mundo

Encontré motivos para seguir amándote, para siempre...
Tu mirada, tus manos acariciandome, tu voz, tus pasos acercándose hacia mi lentamente...
Tus palabras, susurradas en la oscuridad de la noche, hechizando mi corazón poco a poco, hasta llegar a aquel punto irreversible, cuando dentro de mi pecho
fluyera el amor y en mi estómago nacieran mariposas...
Amor... Y dolor a la vez. Los dos filos del mismo cuchillo. El arma para el suicidio más dulce del mundo...

©Nadezhda Petkova Kostadinova, 2016
Todos los derechos reservados

jueves, 17 de marzo de 2016

Estrella fugaz

Me perdí...
Diminuta partícula del polvo estelar
viajando sin rumbo en el Espacio abierto,
dando vueltas al rededor de falsos soles.
Una estrella fugaz, acelerando
hacia la atmósfera de tu ignorancia.
Lástima...
Que no es posible volver allí
donde todo empieza, en el principio,
aunque no hay nada por corregir,
únicamente seguir la trayectoria...

©Nadezhda Petkova Kostadinova, 2016

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lunes, 7 de marzo de 2016

Mereció la pena

Quemé mis pies al intentar alcanzarte,
pero aún así mereció la pena,
porque no soportaría quedarme
lejos, muy lejos de ti...

Quemé mis dedos al intentar acariciarte,
pero aún así mereció la pena,
porque no aguantaría ni un instante más
sin poder sentir tu presencia...

Quemé mis labios al intentar besarte,
pero aún así mereció la pena,
porque no podría irme a dormir tranquila,
sin que tus besos me acompañasen...

©Nadezhda Petkova Kostadinova, 2016
Todos los derechos reservados