lunes, 24 de noviembre de 2014

Ninfa

Cierra los ojos e imagina a mis dedos
acariciando te cómo las gotitas de un riachuelo.
Deja tu sueño abierto, invita me.
Entraré de puntillas y me sentaré en el suelo.

No enciendas la luz, no estropees
el momento más dulce de mi visita.
Beberé de tus labios, sin que me veas.
Luego me iré por la puerta abierta...

©Nadezhda Petkova Kostadinova

Participación en el poemario colectivo "Versos desde el corazón" de Diversidad Literaria.

#poesía #ninfa 

domingo, 23 de noviembre de 2014

Frío


Ha llovido en tu corazón... por mi?
Y dicen que la lluvia lo borra todo.
Ahora veo, siento sé...
Esta nevando en tu alma.
Te detienes, frío... mucho frío...
Te rindes y te pierdes solo.
Estuve yo y me dejaste ir.
Ahora lo que queda - soledad
y nieve, mucha nieve...
                     14/02/1988
©Nadezhda Petkova ( Stoyanova)Kostadinova
Todos los derechos reservados

domingo, 16 de noviembre de 2014

Naufraga

Soy naufraga en la isla desierta de mis sentimientos. Fuiste tú la tormenta marina que destrozó mi velero y me empujó hacía aquella playa. Enredada entre las cuerdas de tu olvido, busco con la mirada un barco de esperanza. Aun que no quiero que me rescaten, simplemente que sepan de mi presencia en ese lugar abandonado. No pretendo irme, sé que volverías por mí. Pero esta vez para quedarte...

sábado, 1 de noviembre de 2014

El hilo rojo del destino

Mucha gente se pregunta si hay alguna verdad en los dichos. Yo podría confirmar que sí, no hay ni un dicho sin algún argumento. Por esta misma razón, por lo que nos ocurre, bueno o malo, le buscamos explicación. Es cierto lo que dicen los antiguos chinos que no dura para siempre ni la gran felicidad, ni la gran desgracia. Lo estamos comprobando día a día...
Y llegamos a pensar en los lazos del destino, en aquel hilo rojo que une a las personas destinadas, entrelazadas de nacimiento. Las que se buscan sin darse cuenta de esto, las que se atraen a través de las distancias y el tiempo. Las que incluso rompen las barreras de lo lógico con una única razón - llegar hacia la otra punta de aquel hilo rojo que las une.
Con lo mucho que se enrede el hilo, con lo mucho que se estire, nunca se romperá. Ni siquiera si los dos destinados uno al otro quisieran cortarlo.

jueves, 9 de octubre de 2014

Esperanza

Guardé mi mascara en el cajón del tocador, 
me despeine y me miré la cara.
Luego me vestí de luz, me puse mi collar de esperanza.
Me dibujé sonrisa y salí a regalarla...
A cada cual, según necesitaba...
Las calles grises, tristes y cansadas
iluminaba mi vestido - sol.
Con cada paso todo cambiaba...
Lo gris se convertía en color,
los ojos tristes ya cantaban alegría,
los corazones se llenaban de amor.

©Nadezhda Petkova Kostadinova

domingo, 5 de octubre de 2014

...una de esas hojas caídas...

Perdí entre las hojas caídas en aquel parque otoñal el sentido de tenerte de la mano. Quizás la tuve sujeta demasiado tiempo, o simplemente eras tú quien no quería soltar la mía. No sé y no quiero saberlo...
Todo principio lleva a un fin. Todo amor nace y muere, si antes de tiempo no lo asesinaran los celos. 
Demasiados veranos tuvimos, llenos de sol y alegría. Demasiadas primaveras, renaciendo el amor después de los perdones...
Ilusiones...
Entre las hojas de aquel parque otoñal escondí mis huellas. Hice del otoño mi cómplice para escapar...
No me busques, no me encontrarás. Soy una de esas hojas caídas...

© Nadezhda Petkova Kostadinova, 2015
Todos los dderechos reservados


domingo, 21 de septiembre de 2014

Cómo la flor de amapola



Me acuesto entre las flores de un campo de amapolas, me cansé de correr. De correr tras tu sombra, de seguir a tus pasos. Buscaba entre los dibujos de las nubes tu rostro, pero ya me cansé de buscar...
Eras el que me encontraba en la niebla, eras el que veía a través de las paredes de mi castillo imaginario, eras el que tenía la llave que abría la puerta de mi corazón. Pero con un gesto lo perdiste todo.
Una mujer es tan delicada como la flor de amapola... No arrugues sus pétalos, no los arranques.
Deja que el viento juegue con ellos, haciendo la bailar. Después de los errores ya no formas parte de ese baile, simplemente podrías mirar.

©Nadezhda Petkova Kostadinova

viernes, 12 de septiembre de 2014

Libre

No intentes encerrarme con llave,
me haré invisible y escaparé.
No intentes enjaular me como pájaro.
Haré que me crezcan alas y echaré a volar.
No intentes decirme cómo pensar,
con un gesto te borrare de mi memoria.
Y podré ser visible, ligera y libre...
Para hacer mi propia historia...

viernes, 22 de agosto de 2014

Oh, mi Pierrot...

Oh, mi Pierrot! Mi dulce Pierrot!
Estaria tu corazoncito destrozado... 
Bebiste de la gloria, de los labios aquellos 
y hoy lo tienes imposible.
Tocaste el cielo en sus abrazos, 
pero esas manos ya no te desean...
Oh, Pierrot! Mi tierno Pierrot!
Tus ojos, tus manos, tu boca, tu cuerpo...
Todo está deseando a la doncella,
la que amabas y hoy no es la misma...
Oh, mi Pierrot! Mi triste Pierrot!
Deja que tus lágrimas mojen tu carita. 
Detras de la mascara, sé, se esconde un alma.
Deja que tu pobre corazón sangre.
 El dolor cura a las heridas...

©Nadezhda Petkova Kostadinova

martes, 19 de agosto de 2014

Un adelanto de "Golondrinas blancas"

Gran parte de esta novela está basada en hechos reales.                                        Salvo los momentos felices. Por desgracia la autentica                                                     Diana no tuvo tanta suerte en la vida como mi heroína.


 No importa quienes somos, sino lo que dejaremos detrás en nuestro camino por la vida.
Felices o no, siempre estaremos buscando la golondrina blanca de la esperanza... 


                                                                                  CAPITULO 1

La lluvia era tan fuerte que en poco tiempo las calles se hicieron ríos. Por ser una región donde no llovía a menudo, ese día Murcia parecía el centro del desastre. La gente no sabía cómo reaccionar, si pararse o cruzar.                                                        Diana se acercó a la ventana y apegó la nariz al cristal. Jamás en sus diecinueve años de vida había visto algo parecido. Casi no podía ver fuera, las gotas golpeaban tan fuerte que le daba miedo. Menos mal que su jefa la mandó a casa cuando vio a las nubes. Sabía que la niña iba en bicicleta y se empaparía. Aunque corría a toda velocidad, no pudo evitar a mojarse. Entró en el garaje para dejar su vehículo y vio que estaba sola. Su padre se había ido dios sabe dónde, él nunca hablaba de sus cosas. Simplemente pasaba de todos, como que no vivía allí. Su madre estaría “trabajando”, lo que decía ella, para justificar las horas de ausencia. No es que no fuera verdad, era telefonista en una empresa de venta telefónica                                                                                      Diana subió la escalera y entró en el pasillo. Estaba tan mojada, que la ropa se le había pegado al cuerpo.  Sus rizos rubios chorreaban...                                                                                                             - ¡Dios, voy a mojarlo todo y mi madre me mata! - no la molestó hablar sola. Al fin y al cabo no hubo nadie para escucharla. Se quitó la ropa mojada, se secó y se puso algo cómodo y seco. Mientras miraba fijamente, “clic”, se fue la luz. Esto la asustó un poco, pero siguió mirando la lluvia. La calle parecía un río, donde en vez de barcos, flotaban coches. En la acera, o lo que se veía de ella había dos parejas quienes intentaban cruzar la “calle”, pero por lo visto tenían miedo. Diana les observaba con mucha atención y se preguntaba si tendrían la valentía de meterse al agua. Ella no se atrevería... Después de breves discusiones uno de los chicos levantó en brazos a su chica y se puso a cruzar.                      -¡Loco!- grito sin querer Diana-. ¡Os vais a ahogar! - Estaba muy preocupada, el chico parecía fuerte, pero el corriente le arrastraba-. No sabes que haces... ¡Madre mía!- no quiso mirar más, se tapó los ojos. Cuando los destapó la pareja ya había llegado al otro lado y se abrazaban contentos.- ¡Que romántico! ¡Eres mi héroe!- se alegró ella-. No sabéis el miedo que pasé...- no les conocía de nada, pero lo que vio la puso melancólica.                                                                                                                      - No sé qué estás mirando allí fuera, pero apúrate que tengo hambre- dijo una voz muy seria detrás de ella. - Estoy seguro que desde que has llegado estarías allí...                                                                                                                      Diana se dio vuelta. Francisco, su hermano mayor estaba delante de ella, mojado y furioso. Se había olvidado completamente de él. Todos los días volvía a la misma hora para comer.                                                                                        - ¿Que miras, tonta?- gritó él-. ¡Trae me ropa seca, no ves que estoy empapado!                                                                                                                   La niña se quedó como pasmada. Todos en la casa la trataban mal, pero Francisco era lo peor. No perdía la ocasión de ofender la. La hizo llorar más de una vez. Pero como era el mayor y el ojo derecho de su madre, nadie le decía nada. De sus dos hermanos ese fue el frio y arrogante, le gustaba burlarse de la gente y no soportaba que no se saliera por la suya. Pero ella no le culpaba, su vida tampoco fue un camino de rosas. Quizás por esto nunca sonreía... Crecer con una madre como la suya no fue fácil. Aunque decía que le quería mucho, nunca lo demostró. Al contrario... En muchas ocasiones les pegaba, a él y a Alfonso, su hermano menor. Francisco tenía marcas en la espalda de la manguera del gas, con cual le castigaba. Otras veces simplemente pasaba de ellos. Como que no existían, les mandaba a la casa  de la abuela y se iba de paseo.                                                                                                                                -¡No te enfades, Fran!- intentó sonreír Diana-. Se ha ido la luz... Ahora te lo preparo todo, solo no te enfades. Yo acabo de llegar y también me moje bien.                                                                                                                             -¡Vale!- contestó frio él.- Pero date prisa... Lo mejor tengo que volver al trabajo... ¿Qué mirabas?- él se acercó a la ventana, pero en la calle ya no había nadie.                                                                                                                                                                                                                                         – Vi como un chico llevó en brazos a su chica cruzando la riada. Fue muy romántico…- dijo Diana.                                                                                                                                                                                                                      -Sí, romántico. ¡Claro!- estiró la boca él, poniendo una sonrisa sarcástica-. Hay que ser un tonto y gilipollas para hacer semejante estupidez.                                                                                                                                                                                -Tú no entiendes, el amor es algo muy bonito.- Asomó la cabeza ella-. ¿No ves en las películas?                                                                                - Me parece que cada día te vuelves más tonta, Diana – dijo él, meneando la cabeza. - Las películas son de bobos... No tienes que ver tanta televisión, te sienta mal.                                                                                                                                                                                                                                       -¿Por qué me insultas siempre, Fran?- los ojos de la niña estaban llenos de lágrimas-. Sé que no soy muy lista, pero no creo que te he dado razones para tratarme así.                                                                                                                                                                                       -¡Bobadas!- contestó entre dientes él, empujando la para poder pasar por la puerta-. Yo no te trato mal, tú te lo imaginas... Es que los hermanos se tratan de esa manera.                                                                                                                                        No la terminó de escuchar, entró en la habitación para cambiarse. Diana se sentó en el sofá y se tapó la cara con las manos. No pudo parar las lagrimas, salían solas...Cuando cumplió dieciocho años le pidió a su tía Carmen, quien era también su madrina, que viviera con ella, pero la mujer le dejó claro que no quería problemas con sus padres. Y por desgracia su madre se enteró de eso y la pegó. La pegaba muy a menudo...Por cualquier cosa que no le gustaba...Todas las noches, después de terminar con los asuntos de la casa, se encerraba en su habitación y se ponía a pensar. Hojeaba las páginas de su vida y se preguntaba por qué había nacido. Todos pasaban de ella, nadie la preguntaba cómo se sentía...Les interesaba solo sentarse a comer y que todo esté a su gusto. Estaba muy sola, encerrada en sí misma, con miedo de todo y de todos. En el colegio se reían de ella, la llamaban tonta, lela...Y toda la culpa fue de su madre. Ella les decía a todos que la niña le había salido algo retrasada. Toda su vida le decían que tiene poca capacidad mental, se lo habían repetido tanto que ella empezó a creer que es verdad.                                                                                                                                    Hubo una chica en el colegio que se hizo amiga suya, a pesar de lo que los demás decían, pero se fue a vivir en extranjero. De vez en cuando la llamaba para enterarse como le iba la vida y cuando Diana le contaba que le ocurría, Alicia se enfadaba.                                                                                                      -¡Tienes que salir de allí, Diana!- le dijo su amiga hace unos días, cuando hablaban por teléfono-. No sé cómo, pero tienes que irte. Esa gente no te merece.                                                                                                                                                                                                                         - ¿Y a dónde voy?- contestó ella-. ¿Quien tomará en serio una tonta como yo?                                                                                                                                                    - Los tontos son ellos. Deja de insultarte a ti misma.- se enfadó Alicia-. No eres ninguna tonta, ni mucho menos. ¡Sal y conoce gente! Tienes ya diecinueve años. Con esa edad puedes hacer lo que te dé la gana.                                                                                                                                                                - Tú lo tienes todo muy fácil. Tus padres te ayudan y te quieren, si te equivocas, te perdonarán. Los míos al contrario me odiarán y me ignorarán. Como me gustaría que estuvieses aquí...-sonrió Diana.                                                                                                                                                                      - No sé si podré venir el año que viene...- contestó la chica-. Pero tu escucha me, no te encierres y no te humilles. No les dejes que te dominen más. Eres una persona.                                                                                                                             Diana se levantó del sofá, secó las lágrimas de su cara y se dirigió a la cocina, donde su hermano terminaba de comer. Recogió callada los platos y se puso a fregarlos. No pensaba hablarle. Todo el tiempo tenía en la mente las palabras de Alicia. “Eres una persona.” Claro que lo era. Y tonta tampoco. Pero como su madre no la dejaba que se relacione con gente, todo le daba miedo. La única que la entendía fue si tía Josefa, la mujer del hermano de su padre. La tenía como una hija mas, le enseñaba como hacer las cosas, como comportarse... Lo que la  madre no la enseño...                                                                                                                                                        Su hermano notó que estaba triste, pero pasó de ella. Como siempre. Era tan engreído y narcisista, le costaba pedir perdón. Diana tampoco se lo pediría, lo que quería fue que la dejaran en paz. Solo esto. ¿Tanto pedía? Quizás si se trataban de otra manera, las cosas en la familia irían mucho mejor. Su padre se quedaría más tiempo en casa y no se liaría con otras mujeres, su hermano Alfonso vendría más a menudo y no se quedaría todo el tiempo en Almería. Por culpa de las discusiones con su madre él prefería no venir. Allí estaba mucho mejor.                                                                                                                                                                  Diana termino con los platos y entró en su habitación. El territorio independiente de su habitación. El único sitio donde podía ser ella misma, no la tonta que todos conocían, sino una chica normal.                                                                                                                                                          Ya había electricidad, lo que significaba que Fran se iría a trabajar y ella podría poner un poco de música para relajarse. Se acercó a la ventana y sonrió. La lluvia se había parado, todavía quedaba agua en la calle, pero fue poca cosa. No estaban las dos parejas que observaba antes, pero el recuerdo de aquel chico, llevando en brazos a su chica se le quedó grabado en la memoria. Quizás Alicia tenía razón. Debería conocer gente. Y quien sabe, puede que incluso alguien se enamore de ella. Esto le dio risa. Le parecía imposible.

domingo, 3 de agosto de 2014

Luz y Esperanza

Cuando era pequeña una gitana me dijo que soy la luz y la esperanza... 
¿Habrá alguna verdad en esto? 
Estuve viviendo entre gente oscura, pero jamás me convertí en ellos. Estuve encerrada en castillos sin ventanas, pero jamás me apague. Estuve mendigando entre poderosos y amparando a mendigos, pero nunca dejé de ser lo que soy. No existe arma que mataría a la luz propia, ni oscuridad que encerraría a la esperanza. 
Sigue mis pasos, yo alumbraré tu camino, y no tengas miedo. Quizás no sea yo tu camino, ni tu verdad, pero tal vez soy tu única Esperanza...
Yo no te llevaré a lo hondo, ni te empujaré por acantilados. Será mi mano, la que siempre sujetará la tuya, para que no te pierdas...





domingo, 27 de julio de 2014

Hoy toco el cielo, beso las estrellas...

En mi pelo llevo enredadas las estrellas, las que se enganchan mientras atravieso el cielo. Y sigo volando en busca de mi destino. Soy de aquí y de ninguna parte, soy libre... Dejo atrás las decepciones, las que me han hecho más fuerte, y las hipocresías...
No importa el pasado, allí se queda, guardado en el cajón más alto de mi memoria.
Hoy toco el cielo, beso las estrellas...
No quiero ninguna de las que me prometías, ni una sola. Aunque llegaste prometerme hasta la Luna...

domingo, 20 de julio de 2014

A veces...


A veces, solo a veces... Cansada de todo- de las mentiras, de la gente hipócrita, de la ignorancia y la maldad, me entran ganas de hacer como en la infancia...
Arrugar las cejas, sacar los morritos y con una posturita con las manos en la cadera, mostrando mi cabreo, decir:  " Eeeeh, pues ya no juego..." 
Pero como ya soy adulta, o por lo menos debo de comportarme como tal, no puedo hacerlo. Aunque me apetezca... 

©Nadezhda Petkova Kostadinova, 2014
Todos los derechos reservados

domingo, 29 de junio de 2014

De los cuentos...

Hoy cierro mis ojos y veo el tiempo pasar... No pretendo volver, ni corregir el pasado. Sólo veo mi vida, mis logros y mis pérdidas, mis equivocaciones y mis perdones... 
No he sido, ni soy perfecta. Nadie lo es... Soy humana, demasiado humana diría. Aunque me gustaría tener mi propio cuento, con mi castillo( no cómo ahora de arena), mis damas( y no unas falsas amigas, envidiosas y buscando provecho) y mi príncipe...
Pero por lo visto no soy yo la princesa adecuada o vivo en el cuento equivocado... 
Todos los príncipes a los que voy besando se me convierten en sapos.
Aunque me dijo una amiga que hoy en día se vive mejor con sapos que con príncipes... 




domingo, 4 de mayo de 2014

Descalza por la arena...



 
Hoy he dejado que otros prueben ir en mis zapatos... Voy descalza por la arena de aquella playa solitaria, recorriendo mis pasos. Hoy lucho, pero sin tener que pelear, mis oponentes son solo las olas, van y vienen, rompiendo su espuma en mis pies. No me juzgan, ni me señalan de rara... Simplemente me abrazan con sus dedos mojados. 
Hoy no busco venganza, ni tampoco victorias. Solo miro el mar y le pido que sea mi aliado, aunque por un día solo... 
Es la playa de nuestros sueños, donde todo lo que sueñas es posible. Donde nadie, ni nada se opone a dos almas sinceramente unidas  por el hilo rojo del destino. 
Hoy no sueño, siento...
©Nadezhda Petkova Kostadinova

jueves, 1 de mayo de 2014

Mariposas


 

De tanto intentar 
ser tan transparentes, 
nos hemos convertido 
en seres invisibles...
Tal vez ya ha llegado 
el momento adecuado
de sacar a los colores
que escondemos dentro, 
los que guardamos 
en nuestro interior, 
para no desaparecer,
quizás, por completo.
No seas indeciso...
Matarás a las mariposas 
en tu estómago.
Y sin ellas no podrás saborear
al amor que percibes. 

©Nadezhda Petkova Kostadinova
Todos los derechos reservados

Corriendo con el hijo del viento de Nadezhda Petkova Kostadinova - Editorial Club Universitario

viernes, 25 de abril de 2014

Las cosas importantes de la vida

       
  
            Las cosas importantes de la vida   
                                                Por  Nadezhda Petkova Kostadinova
  
Entretenidos con lo cotidiano, corriendo hacia el éxito o simplemente intentando sobrevivir, no nos damos cuenta que estamos perdiendo lo más importante de nuestra vida. Intentamos arreglarlo todo de una manera, quizás, equivocada. Hemos perdido unos de nuestros sentidos, los más importantes.
No nos damos cuenta. Ya no nos saludamos igual, no compartimos lo que tenemos, ni tampoco somos capaces de abrir nuestros corazones, así sin miedo. El egoísmo se ha apoderado de nosotros, nos ha dominado completamente. No decimos lo que sentimos, ni tampoco sentimos lo que decimos. Así de sencillo. Hubo tiempos cuando si te caías, siempre había una mano para ayudarte a levantar. Sin pedirte nada a cambio. Ni reprocharte nada.                 Hubo tiempos cuando la gente se daba besos al encontrarse en la calle, pero besos sinceros, de esos que te hacen sentir alagado. Ya todo esto se ha convertido en una simple adulación. La hipocresía es nuestro único consejero. Siempre buscando beneficios, por lo pequeños que sean. Hasta menospreciamos nuestra propia dignidad con el único objetivo de tener más. Todo esto es una mentira…     La vida es tan simple, tan sencilla. Somos nosotros estos, quienes queremos tenerlo todo, en vez de concentrarnos en esto de ser más benévolos, más compasivos y más sinceros. Pisoteamos todos nuestros principios, pisamos cadáveres si es necesario… Enseñamos a nuestros hijos no respetar todo aquello que nuestros padres nos dejaron de herencia – la dignidad de llamarte PERSONA.                                                                                         Me considero una de los pocos  que quedan de la especie de las personas sencillas, corrientes. Y a pesar de que otros lo ven ridículo, puedo decir con la mano en el corazón. Tengo mucho orgullo para caer de rodillas delante de nadie, suficiente honestidad para irme cuando he perdido la batalla y doble de valentía para volver y ganar la guerra.  

©Nadezhda Petkova Kostadinova 
Todos los derechos reservados   

La niña que ama a la Luna

  
Soy la hija menor del Viento, libre y ligera. En mi paso te voy acariciando con mis alas de seda, doy vueltas a tu alrededor, hasta llegar a tu corazón... Y allí es donde me paro, para que me sientas siempre...
Soy libre, pero no puedo irme. Eres mi Luna... Brillas y me haces feliz. Te escondes detrás de las nubes y me pierdo buscando te. O quizás este enamorada perdidamente de mis fantasías. Ser la hija de alguien tan poderoso y a la vez la que ama a un sueño. 
Por esto sigo dando vueltas a tu alrededor, acariciando te con mis alas de seda...

©Nadezhda Petkova Kostadinova
Todos los derechos reservados