miércoles, 23 de septiembre de 2015

Muñeca rota

Pensé que me había perdido
y tu, que me habías encontrado...
Qué disparates del destino
y de sus bromas descaradas!
Pensé que eras un príncipe,
pero no vi a tu caballo blanco.
Pensaste que era una princesa,
aunque yo ninguna corona llevaba.
Temía que si te besaba
volverías a convertirte en sapo,
aunque no creo que sean de los cuentos
los besos de una muñeca rota.

©Nadezhda Petkova Kostadinova, 2015
Todos los derechos reservados

2 comentarios:

  1. Querida Nadezhda: hoy te respondo así. (Indudablemente, me gusta tu inspiración y me ha impactado tu poema). Lo mío son solo plabras. Pero emocionadas.
    A lo que llamamos “destino”
    es espejismo del deseo
    forjado sobre el suelo:
    sueño y realidad.
    Perderse, ¡ay!, y encontrarse
    ¿en los brazos de quién?
    Aparece la insolente broma:
    Un ‘príncipe’ sin caballo
    es como un hombre sin atributos
    (del que habla Robert Musil).

    Hay inmoderados príncipes
    descafeinados,
    sin percepción,
    con engreído sufrimiento
    de visual alteración,
    que creen ver princesas
    donde existe la mujer,
    y no la ven,
    reconocida muñeca rota
    de discriminación herida.

    Los besos desmembrados
    de la astillada muñeca
    no son de los cuentos:
    crea la vida
    y nos pertenecen
    a quienes
    no tenemos caballo.
    Creemos en la esperanza.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, querido amigo, por el maravilloso poema como respuesta al mío. Me alegra que cada vez captas la idea en mis poesías. Efectivamente esa es la vida misma, nada es lo que aparenta ser, nadie ni nada es para siempre. Y aunque nos rompemos, averiados, nunca perdemos la esperanza de encontrar o ser encontrados. Un enorme abrazo, Juan!

      Eliminar